LA SALUD Y LA ENFERMEDAD SEGÚN LA HIGIENE VITAL

 

REFLEXIONES SOBRE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD SEGÚN LA HIGIENE VITAL

LA SALUD ES EL ESTADO NORMAL DE LOS SERES VIVOS, cuando un organismo vivo se desarrolla en condiciones normales de existencia, tiene una salud correcta mientras viva en armonía con las leyes naturales.

Todo organismo posee lo que podemos llamar LA FUERZA DE VIDA, esa fuerza vital indispensable para el nacimiento y conservación de la vida.
Esta fuerza vital o energía vital es la responsable de la capacidad de autocuración de nuestro organismo.

No todos los individuos tenemos la misma energía vital, esta depende de nuestra herencia, y modo de vida. La herencia de cada individuo le predispone a recuperar, más o menos rápidamente, la energía gastada. Una vida alejada de las leyes naturales hace que agotemos más rápidamente esta energía vital heredada y por lo tanto se verá afectada nuestra capacidad de curación y regeneración.

La disiminución de esta energía vital debido a malas prácticas como el estrés, mala alimentación, tabaco, alcohol, etc., hace que se pueda producir un estado de déficit de energía (enervación).

La enervación (falta de energía) es causa de que ciertas funciones de nuestro organismo (excreción, circulación sanguínea, intercambios nerviosos, asimilación, etc.) se vean afectadas negativamente.

El naturista Tilden es conocido por haber establecido la relación entre el déficit de energía (enervación) y el acúmulo de sustancias de desecho tóxicas en el cuerpo (toxémia), y también la relación entre los hábitos de vida desequilibrantes y el agotamiento de las energías como origen de todo trastorno.

La vida de todo organismo está condicionada por una buena salud celular de ello depende que nuestras células puedan desempeñar su función durante su ciclo de vida. Si las toxinas llegan a cantidades importantes en nuestro organismo y no hay posibilidad de eliminarlas, las células, obligadas a vivir en un medio tóxico, se deterioran y mueren.

El nivel de toxémia que existe en el organismo de cada individuo condiciona la calidad de su salud.

La toxemia puede tener un origen interno (toxemia endógena) u origen externo (exógena), la toxemia de origen externo puede provenir principalmente de factores como polución, tabaco, alcohol, drogas, alimentación inadecuada, etc.
La toxemia interna viene producida por las mismas reacciones químicas que se producen en nuestro organismo, de nuestro metabolismo celular. La toxemia llega a ser insoportable para nuestro organismo cuando su acumulación sobrepasa el NIVEL DE TOLERANCIA.
Este nivel de tolerancia varía de uno a otro individuo, cada organismo nace con cierto capital hereditario que hará que acepte o no, un cierto nivel de toxemia. Otro factor del que depende el umbral de toxemia es de la fuerza vital de que dispone cada individuo. El drenaje y eliminación de las toxinas para mantener la toxemia por debajo del umbral soportable es una actividad necesaria para el mantenimiento de la salud y la vida, estos procesos de excreción y eliminación necesitan de una fuerza vital óptima.

La enfermedad, según la opinión de muchos higienistas, no es más que el esfuerzo cumplido por la naturaleza para rechazar la materia mórbida (toxemia) y curar al paciente.

La enfermedad es un esfuerzo de la naturaleza para terminar con la materia mórbida, procurando por todos los medios la salud del enfermo.

La enfermedad no es lo contrario a la salud, es en cambio una reacción correcta del organismo ante una situación anormal. Al aparecer una situación anormal el cuerpo modifica sus funciones, se produce una minoración de la actividad de las diversas funciones sobre todo de las que no son esenciales para nuestro organismo.

Nuestro organismo sustrae energía de las funciones de relación (debilidad muscular, fatiga, falta de apetito etc.) como medida de ahorro energético para emplearla urgentemente en la función de eliminación.

A estas crisis de eliminación le llamamos enfermedad aguda. Otras veces las mismas reacciones aparecen cuando hay un desequilibrio o crisis psicológica. Ante estas situaciones conflictivas el cuerpo responde con crisis corporales en un intento de dar salida y descargar las crisis emocionales y psicológicas. La enfermedad aguda, a la que los higienistas llamamos “crisis de desintoxicación o regeneración”, es una respuesta del cuerpo ante una pérdida de equilibrio, tanto física, emocional como psicológica, es un intento del cuerpo para curarse.

El desequilibrio en el que vivimos nos lleva a la “ruina”, al agotamiento (gastamos mucha energía por la forma de vida antinatural y además no la recuperamos porque perdemos contacto con los Factores de Salud).

El agotamiento hace que la energía del organismo y de las células disminuya en ciertas zonas y especialmente en los órganos encargados de la eliminación de sustancias tóxicas. Como decía Goethe: “para gastar de un lado, la naturaleza debe economizar de otro”. Los órganos encargados de la eliminación de sustancias de desecho (aparato digestivo e hígado, los riñones, los pulmones, la piel, etc.) no tienen energía para cumplir bien su función y no eliminan bien. Las sustancias tóxicas se van acumulando y producen la intoxicación.

La intoxicación origina la enfermedad. Las crisis de desintoxicación ante la intoxicación generada el cuerpo reacciona con una crisis, es la “Crisis de Desintoxicación y Regeneración”, mediante la cual elimina las sustancias de desecho y tóxicas. A esta crisis en la medicina convencional se le llama enfermedad aguda. Para ayudar a la eliminación, las mucosas o piel interna de los órganos huecos del cuerpo se inflaman (la inflamación siempre es una reacción curativa del cuerpo).

UMBRAL DE TOLERANCIA TOXÍNICA

La aparición de los síntomas agudos de la enfermedad es, a menudo, violenta. A veces el dolor y la inflamación que acompaña a estos síntomas, es instantáneo.
Cuanto más bajo sea nuestro umbral de tolerancia, menos toxinas serán toleradas y más violentas podrán ser las crisis de eliminación. Es lo que se produce habitualmente en los niños: síntomas brutales muy intensos pero frecuentemente de corta duración.

Síntomas que habitualmente se dan en las crisis agudas:

Dolor – El dolor acompaña frecuentemente a las crisis agudas, es muy mal aceptado pues es considerado como un castigo que se cierne sobre el organismo. El dolor es la señal de alarma de una situación anormal en el cuerpo. Su único papel es dar a conocer al cerebro que interpreta el mensaje que el equilibrio del organismo esta roto.

La fiebre – En muchas ocasiones las crisis agudas además del dolor van acompañadas de fiebre. La fiebre será tanto más acentuada cuanto más importante sea la toxemia del paciente y grande su fuerza vital. Con la fiebre hay un aumento de la actividad metabólica del organismo; hay un aumento del ritmo cardiaco, de la frecuencia respiratoria y una disminución de la actividad física y psíquica.
El cuerpo muy toxémico desarrolla una fuerte fiebre para acelerar la eliminación.

Las deposiciones – Durante la crisis aguda de la enfermedad ya no se producen heces. La ausencia de heces es totalmente normal en las circunstancias toxemicas. Aquí, al igual que en la supresión del dolor o la fiebre, el retorno de una defecación indica el fin de la toxemia.

La inflamación – Es uno de los procesos más frecuentes y más efectivos que utiliza el organismo para reparar una zona o eliminar las sustancias extrañas. La inflamación normalmente va acompañada de varios síntomas: calor y enrojecimiento local, producido por un aumento de la llegada masiva de sangre a los tejidos de alrededor. Estos síntomas, tienen como objeto facilitar la llegada de todos los elementos necesarios para reparar la zona dañada (proteínas, glóbulos blancos, enzimas, sustancias nutritivas). La inflamación se acompaña también de dolor e incapacidad para mover la zona, el cuerpo nos indica necesidad de descanso.
Resumiendo, los síntomas agudos se presentan cuando el nivel toxémico es superior al umbral de tolerancia toxínica. Cuando debido a la eliminación celular, el nivel toxémico se rebaja a la altura del umbral de tolerancia toxínica, los síntomas agudos cesan.

Pero hay que tener muy en cuenta que la ausencia de síntomas no es siempre indicador de una salud excelente. Como hemos comentado anteriormente una persona con mucha energía vital y un umbral de toxemia bajo reaccionara ante grados de toxemia bajos, en cambio una persona con muy poca energía vital, aunque tenga un grado de toxemia alto, su cuerpo no tendrá energía suficiente para desarrollar las crisis de eliminación (enfermedad aguda).
Un anciano al tener menos energía vital cada vez le cuesta más a su organismo desarrollar por ejemplo fiebre, todo lo contrario de los niños que al tener más energía vital y el umbral de tolerancia más bajo, desarrollan fiebre con suma facilidad.

Una persona no fumadora es muy sensible a lugares con humos, porque su umbral de tolerancia toxínica es menor que el de una persona fumadora, que su organismo esta habituado a un grado de toxemia alto y su organismo no reacciona con la misma intensidad que la persona no fumadora.
Cuando la solución a estas crisis agudas, consiste simplemente en eliminar los síntomas (dolor, inflamación, fiebre, etc.) sin eliminar las sustancias de desecho, en apariencia la enfermedad se ha curado, pero esto no es cierto ya que el agotamiento (enervación) y las sustancias tóxicas no han sido eliminadas. El cuerpo se ve obligado a arrinconarlas en alguna parte.

Si cuando tenemos las crisis agudas hacemos siempre un tratamiento sintomático sin erradicar las causas, esto nos conducirá a un estado de toxemia permanente y agotamiento y con el paso del tiempo dará lugar a lo que conocemos como ENFERMEDAD CRONICA.

La enfermedad crónica es un estado de debilidad continua en el que el cuerpo se ha adaptado. El umbral de tolerancia toxémica es mucho mayor y a nuestro cuerpo le falta energía para dar lugar a una eliminación aguda o crisis de desintoxicación. La posibilidad de reacción del organismo ante una situación toxémica del cuerpo (reactividad somática) de un enfermo crónico es débil.

¿CUAL DEBE SER NUESTRO COMPORTAMIENTO ANTE UNA CRISIS AGUDA?

Por todo lo dicho anteriormente debemos evitar urgentemente las pérdidas de energía vital.
Reposo físico y sensorial – Lo mejor es aceptar el flaqueo de fuerzas, debemos acentuar el reposo interrumpiendo las actividades diarias con numerosos periodos de descanso en posición tumbada. Mientras el reposo físico debe ser absoluto en el momento de la crisis aguda, en los estados crónicos debe alternarse con periodos de ligera actividad en función de las posibilidades de la persona. Es recomendable andar un poco al aire libre durante el buen tiempo, evitar temperaturas extremas, tocar la tierra, abrazarse a un árbol, para asegurar la conducción de las corrientes telúricas y cósmicas.

El reposo sensorial es también muy importante en las crisis agudas, reposar en la penumbra y en una gran calma.

Reposo emocional – Las fuertes emociones nos roban gran cantidad de energía vital.

Reposo mental – Evitar los hábitos mentales absorbentes habituales: problemas familiares, profesionales etc.

Reposo fisiológico – La nutrición y especialmente la digestión y absorción de los alimentos consume una cantidad importante de energía vital. Durante la crisis aguda de la enfermedad el cuerpo tiende de manera natural a adoptar una posición de reposo fisiológico, produciéndose pérdida del apetito. Es preciso respetar esta decisión del instinto somático e ingerir solo agua o zumos de fruta naturales. Esta perfectamente indicado ayunar pues favorece la recuperación energética y acelera la eliminación de toxinas.

Fuentes consultadas: ¡A tu salud ¡ la enfermedad, ¿qué y para qué? De Karmelo Bizkarra, Los fundamentos de la higiene vital de Desire Merien, CuerpoMente Nº6